SUEÑO DELTA
Nº8
La etapa final de la fase no REM del sueño viene calificada con el nombre de “sueño delta”. Durante este breve periodo de tiempo el bloqueo sensorial se intensifica, y aunque aún no se sueña, es en este momento en el que determinamos lo que sucederá antes de despertarnos.
Quizás empezar por el título sea lo más complicado de escribir un texto. Quizás a veces ni siquiera sea necesario ponerle título a las cosas. Hoy es el primer domingo de un mes de septiembre en el que lloverá de golpe (como dicen en las noticias) lo que no ha llovido durante los últimos seis meses. Hoy es el primer día después de mucho tiempo en el que me siento a escribir, y puede que como el día, mis emociones hayan amanecido desmesuradas como el agua, identificando todo lo que me ha sucedido este último periodo como esa fase del “sueño delta”, sin saber a ciencia cierta si estoy a las puertas de la ensoñación o si sigo aún navegando en un sueño lúcido.
Este verano, una de las constantes que me ha acompañado siempre que he estado cerca del mar han sido los amaneceres en blanco y negro. A veces pasa, sobretodo cuando sabes que son los recuerdos los que vemos con esos matices.
Una fase lunar completa me ha mecido en el mar de un viaje de ida y vuelta a Italia bajo la luna llena. A veces las cosas tampoco se programan, pero de una forma u otra siempre suceden.
Todo significa algo, al menos en mi mundo. El cuadro que colgaba en el cabecero del camarote en el que dormimos en nuestro tránsito entre penínsulas pertenece al fresco pintado por Luca Giordano en la bóveda del Palacio Medici Riccardi en Florencia. Podría haber enfocado otra parte de esta imagen, pero de forma inconsciente lo hice en la virtud que representa La Fortaleza, flanqueada por un león y por la Constancia.
“Y entre el aprendizaje y el refuerzo siempre navega la constancia, que depende exclusivamente de nosotros mismos”. Una vita lenta, agosto 2022
Aterrizar en Italia este año ha tenido un matiz lejano a la “vita lenta” que tanto me fascinó el verano pasado, sea como fuere, la mayoría de las estampas se repiten: las sobremesas de domingo, los amigos o la celebración de Ferragosto.
Cuando compartí esa sensación de “desencanto” con un amigo me dijo que incluso eso que sentía estaba sujeto a las leyes de la física (porque para él todo está sujeto a las leyes de la física), y aunque no esté muy familiarizada con sus conceptos me explicó que para “poder avanzar, debía retroceder”. Inmediatamente en mi cabeza hice una traducción más emocional de esta teoría.
Italia tiene estas cosas, y es que sin más el estereotipo puede confundirse con monotonía. Pero de pronto te sorprende de nuevo y suceden momentos mágicos como este.
"Sciapecotti" es el término con el que, en el pasado, se identificaba a los pescadores de Porto Potenza Picena, dedicados a la pesca con la "sciapeca". Cada primer domingo de mes se realiza una recreación histórica de este tipo de práctica antigua, que implicaba el uso de una lanza con una gran red de arrastre, formada por dos largas alas y un saco utilizado para capturar peces más pequeños.
Creo que de lejos estas instantáneas se han convertido en mi serie favorita de este verano.
La última vez que estuve en Roma fue en noviembre de 2022. Durante esos meses de distancia han pasado muchas cosas, que bajo mi percepción de alguna manera han sucedido a cámara lenta. Probablemente hayan existido dos hitos a lo largo de este periodo: el primero ha sido mi distanciamiento consciente y físico de la ciudad, el segundo tiene que ver con la capacidad que tiene la ciudad misma de llamarme de vuelta cada vez esto pasa.
Hace un tiempo recibí un correo de Federico cuyo encabezado decía: “Propuesta de colaboración editorial”. Lo que ha sucedido entre ese email y el día de hoy se traduce en que Federico se ha convertido en mi editor, y en que el próximo 5 de octubre saldrá en preventa mi primer fotolibro.
A día de hoy no dejo de repetirme: “Mi primer fotolibro va a ser editado en Roma”, no como una proyección, sino como la que es ya una realidad, y en ese momento volví de nuevo a conciliarme con la distancia física sabiendo que era mi obligación volver.
Para mi sorpresa durante este pequeño viaje la ciudad me ha regalado muchas experiencias nuevas, cosas que no había hecho antes, y también me he sentido cambiada en el modo en el que las he experimentado, como escribía hace un tiempo, como si de un amor maduro se tratase. He ido en busca de fotografías nuevas (algunas de ellas estarán en el fotolibro), pero también he ido a reconciliarme, no sólo con la ciudad sino conmigo misma.
Este verano he visto en Roma puertas entreabiertas que señalan que aún me queda mucho por descubrir. Me siento agradecida, y lo que tenga que venir después de esto seguirá siendo una continuación de todo el esquema emocional, artístico y vital que vengo construyendo desde hace años.
Los días posteriores a mi regreso de Roma han sido mucho más calmados, aunque en ellos ha seguido habiendo amaneceres en blanco y negro.
Y muchos paseos, que me recuerdan que como las olas que en sus idas y venidas me bañan los pies de forma intermitente, lo importante de toda esta historia es no abandonar la orilla para saber que el ritmo del mar, aunque cíclico, sigue presente.
Suficiente tiempo para descubrir que se bailar rock and roll, que cada vez pierdo más el miedo a pedir a las personas que considero interesantes un retrato o que probablemente el helado de nata crujiente sea el más bueno que he probado nunca.
Suficiente tiempo para volver a conectar con el arte, para pasear en bicicleta, para leer, para visitar templos, para autorretratarme, para pensar, para fotografiar.
Suficiente tiempo para razonar y escribir sobre temas que me interesan. Suficiente tiempo para apreciar y agradecer cada uno de los momentos que vivo y la emoción con los que asimilo cada uno de ellos.
Y como cuando despiertas y recuerdas lo que has soñado, saber contar con precisión tu recorrido es siempre como cartografiar un mapa en el que señalas los puntos importantes.
Quizás ese mapa no sirva inmediatamente, pero seguramente sea de útil referencia en algún otro momento en que el camino real se desdibuje.