LA REALIDAD
Nº9
Ha pasado mucho tiempo. Y han pasado algunas cosas.
De la última vez que estuve en Roma coincidió con los últimos días de enero y con lo que allí llaman “i giorni della merla”, probablemente los más fríos de todo el año. Lo cierto es que durante esos días se podía apreciar una leve veladura en el ambiente que me hizo repetir varias veces la frase: “No sé qué le pasa al cielo de Roma”. El caso es que desde entonces no había vuelto a escribir, sumiéndome en lo que ha sido un periodo un poco más oscuro de lo habitual.
Hace poco, hablando con una amiga, me explicó que como las semillas antes de germinar, a veces necesitamos de oscuridad y silencio bajo la tierra. Y puede que lo más duro de este proceso hubiese sido creer en su momento, como artista, que se trataba de una más de esas fases intermitentes e insoportables que sufrimos los artistas y en las que los bloqueos creativos nos dejan incapacitados.
Pero la realidad era otra. Y sobre realidad me gustaría escribir hoy.
Durante esos días, en mi afán por seguir explorando las posibilidades que me ofrecía Roma, seguí encontrando belleza en nuestro encuentro, quizás el más real por ser el más alejado de un sueño que he vivido hasta el momento.
“Hay paredes que son inconfundibles a mis ojos, da igual que las contemple en fotografías, pinturas, o sueños”
Durante este periodo supongo que algo se ha fracturado entre mi realidad y mis sueños, sintiéndome un poco Ícaro cayendo en pleno vuelo mientras asimilaba que no podría volver a construir nuevas alas. Esta sensación tiene el mismo sonido que produce un derrumbe, y las palabras que lo describen fueron las últimas que escribí en el alféizar de una ventana en Via di Ripetta en Roma durante el día más frío del año:
“Pretendamos que no me siento en casa y que volviendo, no me estoy marchando de otro lugar”
Una larga pausa que aparentemente consiste en un periodo corto de tiempo puede hacerse eterna. Por un momento a mí se me hizo eterna.
Pero ya estoy aquí.
A principios de esta semana recibí un correo que finalizaba diciendo: “Sigue escribiendo así de bien”. No me lo esperaba, pero la reseña que Iván Leal dejó sobre mí como “una persona a la que seguir de cerca” en su última entrada de Superfluor 43 ha sido otra de las muchas señales que he ido aprendiendo a abrazar desde hace un tiempo.
“Es magistral la manera en que teje un hilo continuo y persistente entre sus escritos y sus fotografías, entre lo que ven sus ojos y lo que ve su cámara. Lo hace con soltura, sin esfuerzo aparente, como si retratar los detalles de lo cotidiano y convertirlos en nítidas diapositivas mentales para el espectador fuera lo más fácil del mundo. Hay que leer a Paula, de verdad.”
Esta es mi realidad y donde navego en calma. Pero sólo en mis sueños consigo construir esta realidad.
Era hora de volver a escribir.
“El arte existe para que la realidad no nos destruya” | Nietzsche
Este año la Semana del Arte ha llegado a tiempo para reafirmar mis emociones ante todo aquello que hago y expreso a través de fotografías, escritura y conversaciones. Todas las personas con las que he hablado y todo el arte que he contemplado y me ha emocionado me han ayudado a pegar poco a poco cada una de las plumas de mis alas rotas. Gracias a quien sin saberlo, ha contribuido a recomponer pequeñas partes de mi.
Yo no sabía que iba a escribir sobre realidad, porque la única realidad a la que aspiro últimamente es a la de recuperar poco a poco mi capacidad para soñar, pero de nuevo esta semana leí una maravillosa frase de Isabel Quintanilla en el folleto de su primera retrospectiva en Museo Thyssen que decía:
“Porque en la realidad está todo. El artista lo que hace es transformar esa realidad en otra realidad que es arte”
La RAE define la realidad como aquello que ocurre verdaderamente.
¿En qué medida todo lo que se siente ocurre verdaderamente?
Lo roto.
La sombra.
La pena.
La luz.
La imaginación.
La última Acta Diurna finalizó con este texto:
“Y como cuando despiertas y recuerdas lo que has soñado, saber contar con precisión tu recorrido es siempre como cartografiar un mapa en el que señalas los puntos importantes. Quizás ese mapa no sirva inmediatamente, pero seguramente sea de útil referencia en algún otro momento en que el camino real se desdibuje”
Sin saberlo esta frase que escribí hace unos meses me ha ayudado mucho a recordar los puntos importantes de mi mapa, sin sentirme mal por ser quizás la única capaz de interpretarlo. Y sintiendo que este texto no finaliza con una conclusión clara sólo me queda aceptar que mi discurso con la realidad seguirá vivo durante un tiempo, porque mis alas han sido reparadas, ahora solo tengo que volver a sentirme segura allá por las alturas, donde sin los sueños, mi realidad no tiene sentido.
Esta Acta Diurna se la dedico a Marco y a sus manos, por sostenerme siempre.